Max Mara Primavera Verano 2026

Max Mara Primavera Verano 2026 “Entre el rigor y el rococó”. Historia de Eleonora de Gray, editora jefe de RUNWAY REVISTA. Foto cortesía: Max Mara.

Ian Griffiths sigue demostrando que el poder de Max Mara reside en su capacidad para equilibrar lo pragmático con lo poético. Para la temporada Primavera-Verano 2026, el diseñador presentó una colección sofisticada para los estándares de marketing, pero con una precisión intelectual: un diálogo refinado entre la geometría de las chaquetas de montar victorianas, la gracia del kimono japonés y una etérea insinuación rococó.

Los puntos de referencia no fueron elegidos al azar. Entre las reinas del moodboard de Griffiths se encontraban la fallecida Isabel II en su retrato de Cecil Beaton y el propio Griffiths, alrededor de 1980, vestido con el uniforme del Nuevo Romanticismo que había cosido en la máquina de coser de su madre. Ese espíritu de autoconstrucción —la ropa como representación, como autoridad, como escape— resurgió aquí en una colección que prioriza la disciplina frente al ornamento.

El rococó como catalizador, no como dictador

La investigación para una charla en el Museo de la Casa Gainsborough impulsó a Griffiths a reconsiderar el rococó, no como una simple indulgencia del siglo XVIII, sino como una influencia estructural en su propia sensibilidad de los años ochenta. Su presencia esta temporada fue precisa, no abrumadora: volutas de gasa en espiral desde los hombros de las gabardinas, estampados florales azul Sèvres sobre seda y algodón, y pétalos de gasa apilados en minifaldas de corte coqueto. Sin embargo, Griffiths dejó claro: «No hay que dejar que el tema se descontrole». El rococó enmarcaba la historia, pero la narrativa se escribía con sastrería.

La sastrería como columna vertebral

Casi la mitad de las salidas fueron trajes, articulados en marcadas variaciones: telas esponjosas extragrandes cortadas en proporciones desenfadadas, gabardinas desdobladas en tops cortos y faldas tubo, escotes de corazón que alteraban las siluetas militares. Este era el vocabulario de Max Mara: pragmático, claro, pero con un toque de subversión. El rigor de la sastrería chocaba con la fluidez propia de un kimono, otorgando a la estructura la ilusión de ligereza.

El cinturón como restricción

Una puntuacion recurrente llegaba a la altura del abdomen: cinturones negros elasticos, delgados e inflexibles. runway, jugaban como un toque de perversión: una línea de moderación que dividía los volantes de gasa y la espuma rococó. El realismo de Griffiths era evidente; estos cinturones pueden no ser fáciles de adaptar a otros vestuarios. runway, pero como metáfora visual, reforzaron la tensión central de la temporada entre la disciplina y el exceso.

Gesto de cierre

El final capturó la tesis: una columna de punto, repleta de volantes, austera pero a la vez alegre, seguida de un conjunto de pétalos de seda negra que dejaba la cintura abierta a la luz y el aire. Era la misma dialéctica que Griffiths ha perseguido durante tanto tiempo: una mujer Max Mara cuya autoridad nunca carece de gracia, y cuya elegancia no se define por la nostalgia, sino por la invención estructural.

La primavera-verano 2026 muestra a Max Mara en su faceta más inteligente: donde el rococó se convierte en estrategia, donde el kimono y la chaqueta de montar convergen y donde el rigor aprende el arte de la fluidez.

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Publicado desde Milán, Municipio 1, Italia.