Louis Vuitton Crucero 2026: un espectáculo de elegancia en el Palacio de los Papas de Aviñón. Historia de Eleonora de Gray, redactora jefe de RUNWAY REVISTA. Foto / Vídeo Cortesía: Louis Vuitton / Jean Pierre Ollier Atelier.
Nicolas Ghesquière regresó al sur de Francia con una propuesta: la moda no como un simple atuendo, sino como un espectáculo. Para la colección Crucero 2026 de Louis Vuitton, el Director Artístico de Colecciones Femeninas eligió la formidable Palacio de los Papas En Aviñón, antaño sede del poder espiritual, ahora escenario de provocación cultural. Aquí, en la Corte de Honor, donde la solemnidad medieval se une a la expresión vanguardista, Ghesquière orquestó un espectáculo de siluetas, narrativas y contradicciones.




Esta no era una colección para el ocio. Era una colección en diálogo—con arquitectura, con performance, con identidad. La Corte de Honor, transformada en un anfiteatro iluminado, situó al público en el centro, una inversión intencionada de mirada y rol. La visión de Ghesquière exigía participación. Exigía atención.
La vestimenta respondió con fuerza. Los hombros estructurados y severos evocaban las vestimentas eclesiásticas: refinadas, pero nunca nostálgicas. Los vestidos túnica y las túnicas en capas llevaban el peso de la historia en su volumen y geometría, mientras que los tratamientos iridiscentes y las texturas de alto brillo fragmentaban el pasado en algo distintivamente moderno. Una capa nunca era solo una capa. Una cola no sugería ceremonia, sino procesión. Cada prenda proyectaba presencia: cinematográfica, declarativa y compuesta con una precisión casi litúrgica.
Pero como siempre con Ghesquière, hubo un destello de rebelión. El clasicismo se subvirtió con la asimetría. El terciopelo dio paso al charol. Las mangas de obispo se encontraron con los accesorios utilitarios. Lo sagrado coqueteó con lo sintético. Era un vestuario construido no para la evasión, sino para la confrontación—con la tradición, con la percepción, con el escenario que la vida hace de todos nosotros.



Lo que hizo que la colección Crucero 2026 fuera tan atractiva no fue simplemente la artesanía, aunque era impecable. Fue la sensación de intención Detrás de cada pieza. Eran prendas que transmitían historias, no eslóganes. No pedían ser usadas, sino habitadas.
Y entre los detalles, esos exquisitos zapatos. Adornados por las hábiles manos de Taller de Jean Pierre Ollier, la casa parisina conocida por realzar sus textiles con bordados y tratamientos pintados a mano, estas piezas se elaboraron a gran velocidad en los días previos al desfile. Lejos de ser pura decoración, eran sutiles matices que anclaban la colección en los códigos artesanales de la excelencia francesa.
























Esto fue El teatro de GhesquièreCada corte, cada elección de tela, cada procesión rítmica bajo el cielo nocturno de Aviñón servía a su visión de la mujer Louis Vuitton: equilibrada, precisa y sin miedo a dominar el escenario.
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